TIEMPOS NUEVOS Y TARDIOS
Charla dictada en Nicaragua con motivo de la III Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano. Rodolfo F. Molina
El Salvador, como el resto de los países del istmo, desarrolló en las artes visuales, un proceso muy tardío para el movimiento modernista, estamos hablando de un inicio a partir del final de los años cincuenta. Exactamente en el mismo momento en que el arte POP comenzaba a renegar de las teorías ya gastadas de este movimiento. No es de extrañar, en un país que carece de instituciones de enseñanza profesional en el campo de las artes, y que además tenia (quizás ahora menos) una sociedad muy conservadora, nos encontramos con que la gran mayoría de artistas, comentaristas, coleccionistas y público amante del arte: todavía para 1980 se encontraban pensando en términos modernistas. El retraso en el desarrollo de las artes visuales en Centroamérica, y nuestro aislamiento cultural, no sorprenden en países tan jóvenes y donde los procesos históricos relacionados a un pasado colonial, y a regimenes basados en la explotación del agro y el dominio militar, establecieron por buena parte del siglo XX una especie de inmovilidad o desaceleramiento en el ámbito de la cultura. Este ritmo tímido, en el momento de romperse ha provocado un salto en el tiempo, de manera que nos encontramos, todavía en este momento, saliendo del modernismo y entrando directamente en los desarrollos contemporáneos, prácticamente sin haber pasado por ninguno de los procesos intermedios que vivió el primer mundo. El término de contemporaneidad, arriba a El Salvador de una manera lenta, furtiva y callada, si bien durante los años ochenta ya se producía arte que con derecho puede llamarse contemporáneo, no es sino hasta el principio de los años noventa, que se ha comenzado a conversar un poco de estos temas, en realidad ha tomado casi treinta años, él que unos pocos pudieran comprenderse y asimilarse como productores de arte contemporáneo y de hecho probablemente no sea sino hasta la próxima generación de artistas plásticos salvadoreños, que estos puedan tener acceso más fácilmente, a elementos teóricos respecto a la contemporaneidad. Debemos aceptar, que el momento actual en las artes visuales salvadoreñas, tiene mucho de intuitivo, De manera que sería bueno entender y hablar del espíritu "contemporáneo" salvadoreño, como un modo de ver, característico de nuestros tiempos, no así, como un movimiento artístico con bases teóricas coherentes ni establecidas, el marco teórico sigue siendo aún uno de nuestros grandes vacíos. Por otro lado, si es cierto que el arte es el reflejo de la sociedad, no tiene caso pensar que El Salvador y Centroamérica tienen que alcanzar a la contemporaneidad, porque de hecho ya estamos viviendo en ella. Lenta y tardíamente, los cambios que estamos viendo en las artes visuales de la región son de alguna manera, esfuerzos o acciones de adaptación y acondicionamiento. Digo adaptación, porque no solamente estamos hablando de una manera de hacer o ver el arte, con la contemporaneidad, también estamos entrando en un juego internacional que tiene códigos, regulaciones, y jerarquías muy puntuales, actitudes y a menudo prejuicios y exigencias, que quizás nos vayan a parecer incómodas y difíciles de cumplir. Por supuesto estas "reglas del juego" son impuestas por los grandes centros de poder, a los que ahora coqueteamos para que en un momento en el que se sientan "Políticamente correctos" le presten atención al istmo " recién descubierto ".Ya sea esto efecto de la globalización, de la visión de unos cuantos precursores, o del aire de los tiempos, lo cierto es que la Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano, es la prueba palpable del cambio rápido que está ocurriendo en Centroamérica, en relación a las artes visuales. Nos encontramos ante la primera Bienal Centroamericana que ha intentado reunir expresiones en lenguajes no tradicionales para la región: la fotografía, el vídeo, la instalación etc. En El Salvador: Los años ochenta representan, uno de los períodos más críticos de nuestra historia, en el cual a pesar de todo, las artes visuales, lograron una producción rica, y original aunque haya sido a veces, (hay que admitirlo)un poco errática. La Paz de los años noventa parece haber sumergido a las artes visuales salvadoreñas en una especie de letargo, con la excepción de un par de nuevos artistas que han de alguna manera condicionado este período, el arte salvadoreño no parece haber producido en ese momento una cantidad importante de obras excepcionales, y esto a pesar de que el número de artistas ciertamente se ha multiplicado, y se han incrementado de alguna manera los incentivos culturales. Un desarrollo importante, que comienza al final de la década es el nuevo Museo de Arte, una institución privada, seria y profesional; que promete de alguna manera llenar el gran vacío cultural en que nos hemos encontrado. En los noventa se dio en El Salvador, un proceso difícil de cambio y adaptación no solamente en el ámbito artístico, sino en todas las esferas de la sociedad salvadoreña. Con la firma de la paz se volvía a una normalidad muy diferente a la de los años setenta, de vivir en un país en guerra, pasamos de repente a lo que nos parecía ser a los civiles, un país poblado de demasiados ex militantes y ex militares con armisticio, y en el que los refugiados venidos a la ciudad nunca más regresaron al campo. Un país con nuevas garantías y derechos, y nuevos problemas de sobrepoblación, y delincuencia. Un país que se ha sostenido durante esta década por las remesas familiares de más de un millón de hermanos lejanos que viven ahora en Australia, en Canadá, en Los Ángeles, en Washington, bueno hasta en China, de repente, El Salvador aterrizó en otro sitio, con una identidad globalizada pero todavía respirando una tradición agraria. Los años noventa nos han servido para digerir en lo posible estos cambios, y para hacernos a la idea de que somos los mismos aun cuando somos otros. Dentro de este proceso complicado de cambio socio cultural, parece que a las artes visuales no le ha sido fácil el lograr siquiera reflejar el momento, sin embargo parece que finalmente están apareciendo señales de cambios sustanciales sobretodo en la actitud de los artistas hacia su obra, el público, y se esta dando reconocimiento, y aceptación de un proceso, que como dije anteriormente había comenzado en silencio durante los años ochenta. Veremos en las obras, que se trata de trabajos, en su gran mayoría de carácter intimista, con excepción de ciertos artistas, la mayoría de las piezas mantienen una distancia a veces demasiado prudente con los "issues" que quieren tocar. Pienso personalmente que este "no involucramiento voluntario", es el reflejo de un fenómeno de "descreimiento" que se esta dando en la sociedad salvadoreña, especialmente en cuanto a política o ideales se refiere, digamos que en este momento nos encontramos más cercanos a la ironía, a la reflexión y ciertamente alejados de la militancia. En la mayoría de nuestros artistas contemporáneos, encontramos simbolismos, y ensimismamientos, que deben verse y entenderse, como expresiones personales, individuales e intimistas, son piezas que rescatan lo cotidiano y que conscientemente se abstraen, se codifican, nos dan pistas privadas, ya que en este momento no tenemos en las artes visuales salvadoreñas, una tradición de discursos o acciones colectivas. Sin embargo estos diálogos internos nos están llevando a realizar que en El Salvador ha cambiado la manera de ver el arte de parte de los productores, y que en estas inquietudes personales podemos interpretar nuevas visiones, a manera de esbozos de una identidad diferente, nueva, que de algún modo ha comenzado a tomar consciencia de sí misma.